Más allá de la inmensidad del Sahara, el
MACIZO del AIRE
es un contraste permanente de colores. Montañas de mármol, azules o blancas, jalonan llanos de arena y a veces, parecen brotar de las dunas.
Cerca del pozo de Tezirzek, las colinas que confinan el oued están cubiertas con grabados rupestres representando distintas especies hoy desaparecidas. La llegada en los oasis es espectacular: en algunos centenares de metros, se pasa de un universo mineral árido a un valle verde.
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El oasis de Timia, delimitado de altas montañas de granito donde viven monos, es un verdadero paraíso. Bajo las palmeras datiers, los jardines sin cesar irrigados por un sistema ancestral de poleas en madera, destilan una agradable frescura. Los agricultores tuaregs Kel-Oui hacen empujar toda clase de cereales y verduras. Los árboles frutales se desarrollan también a la sombra del palmar: se encuentra tambien uva.
El macizo del Aïr es de una infinita variedad, sucesión de paisajes áridos y rocosos, de ouedes verdes, jardines florecidos y alcayatas volcánicas elaboradas hacia el cielo como para indicarnos la carretera.
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